lunes, 8 de julio de 2013

LA LUNA IV



LUNA DE SEMANA SANTA, NOCHE DEL ENCUENTRO ENTRE LOS ANCESTROS Y LOS HUAQUEROS.

La luna está en este momento radiante, llena de esplendor en la noche que se inicia hoy, Jueves Santo, y que culminará en el amanecer del Viernes Santo.

Esta es la luna llena que aman los ancestros, quienes vivieron antes que nosotros en la tierra que caminamos, en el tiempo que llamamos el antiguo Perú y se cree que es a la que se asoman por su belleza y que no dudan en presentarse en donde fueron sepultados, ante los llamados de los huaqueros, como llamamos a los saqueadores de tumbas precolombinas en el Perú.

Ellos, los ancestros, nuestros antepasados, cuando descubren en sus descendientes a los huaqueros, ante uno de ellos, el que oficia los rezos, se le presentan y lo guían en donde debe excavar para encontrar un tesoro.

Los huaqueros a veces encuentran artefactos precolombinos, como una cosecha normal en un campo de cultivo y de eso pueden vivir, porque es un trabajo que siempre está ilegalizado, pero varias generaciones de gente humilde han supervivido.

Una vez estábamos en familia, hace ya muchos años, viendo en la noche de un domingo TV, y de pronto se presentó un informe sobre huaqueros, el reportero había llevado a la policía, y de pronto grito: "El huaquero se escapa y la policía lo persiguió, le disparó y lo mató".

No pasó nada, salvo que de todo ello resultó un muerto, a quien todo un país vio morir, y no pasó nada. Tal vez es el inicio de la decadencia de la TV peruana, si es que alguna vez tuvo un auge.

Bueno, el huaquero, descubridor de la más importante tumba jamás encontrada en el Perú, está olvidado, nadie lo quiere recordar ya que fue baleado mientras huía, él no estaba armado, fue velado en su casa de barro y esteras, enterrado y olvidado. Pero así no más, no ves matar de a verdad a un hombre, claro, filmado y presentado después de las 8 de la noche por TV. 

Y escribiendo esto, me acuerdo de este hombre, que de su casa humilde, de barro y esteras, se me repiten las escenas de que su familia niega que esté presente y de pronto, lo ves escapando al monte, va corriendo con toda su desesperación y me queda también como recuerdo, los gritos de las mujeres de su familia, que fueron palabras sueltas, finalmente convertidos en quejidos y llantos.

En la costa norte, los huaqueros tienen su marinera: El Huaquero Viejo, que en los años 50 cantaban Los Trovadores del Perú y después Los Mochicas. El huaquero norteño tiene su estilo, es accesible, amigable, te invita a su casa, a comer, es un amigo más, en tanto lo estás tratando. Después cada uno va por su camino. En este jueves santo se puede decir que alguna vez, un reportero de TV les generó innecesariamente un mártir.

En los años setenta, la policía realizaba operativos policiales, especialmente en Semana Santa, también en el día de los santos y fiestas patrias, en los lugares arqueológicos más importantes, no los mataban a los huaqueros, ni los herían, tampoco les pegaban. Solamente los detenían y los pasaban al juzgado.

El Presidente de la época, Juan Velasco Alvarado, creía que los antiguos hacendados (recuerdan la frase: campesino el patrón ya no comerá de tu pobreza), que no estaban resignados de perder sus tierras por la reforma agraria, y creía además el dictador que realizaban los saqueos de tumbas precolombinas, utilizando a los huaqueros.

El papá de un amigo, ya había sido afectado por reforma agraria en un predio familiar, pero conservaba una chacra en la sierra norte, que se convirtió en su único sustento, y estaba convencido de que antes de que le quitarán sus tierras, las últimas, Dios le iba a mandar un tesoro del cielo y por supuesto que conocía huaqueros y así conocimos a los huaqueros, todos los amigos de sus hijos, que en mancha nos íbamos a Trujillo a esperar de que Reforma Agraria se apropiara de la chacra, que finalmente no lo hizo, pero creo que tampoco encontró ningún tesoro.

En cambio, los huaqueros cusqueños, que son absolutamente distantes, andinos de muy poco hablar, que saben mantener distancia con quienes ven su trabajo, juegan con la luz de la luna y con artefactos propios de ellos, según pude ver en la Semana Santa del 78, en un cerro que estaba detrás del pueblo Andahuaylillas, famoso por su iglesia, que está en la carretera a Sicuini, entre el pueblo Tinta, donde nació Túpac Amaru II y las monumentales ruinas huari de Piquillacta.

En el inicio de la invocación a los ancestros, algunos si vieron formas blancas en movimiento, a mi me pareció un buen manejo de la luz de la luna, que era sumamente fuerte, luego vinieron los rezos a la mama pacha (tierra) y cuando ya se empezaba con la búsqueda tierra para abajo del entierro o tesoro. 

Nos cayó la policía. Se desarmó el grupo de personas, que era grande, y por el que se había pagado la participación de cada uno. 

Por suerte mi amigo Russell Wensjoe era hijo de aviador, estábamos en gobierno militar) y nos llevaron a la comisaría del Cusco, nos dejaron ir y quedarnos en la plaza de Andahuaylillas, allí en las gradas de su famosa Iglesia San Pedro Apóstol, amanecimos alumbrados por la luz de luna llena de la madrugada del viernes santo. Y mientras decidíamos que hacer nos encontramos con un grupo de gringas en caminata de turismo. 

El muchacho, guía de turismo que las llevaba era amigo, había sitio en las dos camionetas. El problema era que todos estan casados o para casarse, por lo que solamente existe de ese viaje una foto, que me tomó Amador García (asesinado en Uchuraccay) en Piquillacta., siguiente lugar de visita de las chicas norteamericanas y que convirtió al viernes santo en un día social y muy bonito, que nos hizo olvidar todo tipo de reflexión religiosa.

viernes, 29 de junio de 2012

LA LUNA I

La Luna es tu acompañante silencioso, a veces ni te das cuenta, pero algo te hace mirar para arriba o a un costado y está allí. Para el sábado 5 de mayo del 2012, se anunció la Superluna, no fue tanto pero como nunca atrajo la atención del mundo.
Y es noche de Luna esplendorosa de enorme luminosidad, hasta el momento en Lima no adquiere las dimensiones anunciadas, pero está radiante. La estoy viendo en este momento, desde un edificio de la avenida Pardo en Miraflores. La tengo frente a mí y la comparo con otras lunas del pasado.

Esta, es una noche de los ancestros, fiesta organizada siempre por los huaqueros (saqueadores de tumbas prehispánicas), quienes son los únicos que recuerdan a los antepasados, en su lugar de entierro, con rezos de estos tiempos que pretenden hacer pasar por muy antiguos, de mucho antes de los conquistadores españoles.

Pero, siempre los huaqueros llevan crucifijo y estampas de la Virgen María, en su advocación que la convierte en patrona de la zona, y es usual que sea la Virgen del Carmen, que es la imagen más popular de la Madre de Dios, y que en el mundo andino durante la época del sincretismo religioso, la Virgen tomó el lugar de la luna, también el de la pachamama o madre tierra.

Toda esta fiesta de huaqueros en honor a los ancestros, es simplemente invocar a los abuelitos para que te digan dónde hacer un huequito, muy pequeño, en algún monumental sitio del antiguo Perú, y tanto le rezas a los abuelitos, tomando y compartiendo aguardiente de caña, y brindas para ellos con anís Del Mono que arrojan al viento, que finalmente te permiten encontrar un tesorito.

A veces, el tesorito, también llamado entierro, resulta fabuloso, porque los huaqueros no olvidan nunca a los ancestros y ellos los tienen presentes, cuando los invocan.

En este momento persisto en ver a la Luna llena en Miraflores, pero siempre tiene su atractivo, aunque la propaganda desplegada, desde hace varios días todavía no demuestra que es enorme frente a otras lunas llenas, vistas en el pasado. Luce bien en la avenida Pardo, la preside. En la calle Tarata está solitaria pero se luce bastante grande, como solitaria y expectante, pero está posada sobre mi casa, está totalmente iluminada.

Lunas para gigantes, las he visto muchas veces posada en la Huaca Juliana de Miraflores, que está a cien metros de mi casa. No tengo dudas que sus constructores fueron adoradores de la luna. Y seguramente el lugar fue señalado antes de la era cristiana y fue utilizado por los ancestros durante todo el antiguo Perú. En el malecón de San Miguel, la Luna sobre el mar es esplendorosa.

Luna verdaderamente mágica es la de Chanchán (en Trujillo, costa norte peruana), la capital del reino de Chimor, el pueblo Chimú fue de adoradores de la luna, descendientes de los mochicas y de los huari, fueron conquistados por los incas, pero siguieron administrando su reino hasta la conquista española.

En Chanchán, la Luna se puede tocar con las dos manos, en verdad el ritual de los huaqueros, por lo menos, los de los años setenta, te podía llevar con facilidad a sentirla como propia. Puede decirse que Chanchán nació para la Luna y que ella es su dueña. Te atrapa sentado en cualquiera de sus inmensos muros. O parado en cualquiera de sus ambientes de sus ciudadelas, cada una mandada a construir por cada rey del Chimor.

Tacaynamo es el fundador del pueblo Chimú, vino del mar, y trajo con él la civilización. Construyó la primera ciudadela de Chanchán que carece de laberintos, es la más cercana al Pacífico. Los huaqueros prefieren a la ciudadela Velarde, que es muy complicada en su estructura arquitectónica y monumental, llena de tesoros, de repente ya se los llevaron todos.
Un poco más al norte está la legendaria Pacatnamú, un enorme lugar que resulta pequeño en la planicie desértica a la que pertenece. Se tiene que llegar de día y con guía, tanto como para llegar como para salir. Pacatnamú es milenaria, su nombre es tan atractivo y bello, digno de reunir a un santuario de la mayor importancia para los ancestros.
Sus templos señalan una milenaria ocupación de los antiguos peruanos. Uno de los reyes del Chimor, mandó construir su huaca o templo en Pacatnamú. Y es aquí donde la Luna mejestuosa se posa sobre la sala de los dos tronos, todo es de barro cocido o adobe, cada día es más viejo, cada día está más derretido, pero es para vivirlo con todos tus sentimientos.

La noche de Luna llena pasa con todos los rituales a los ancestros que según los huaqueros van a ser más generosos en la noche que une al día de los Santos con el de los Muertos, viene el amanecer, se lleva todos los vientos con sus sonidos y fantasmas que no quieren descansar y salen de sus tumbas con pocas intenciones de regresar otra vez.
Pero se genera lo increíble, no puedes creer que después de una noche tan agitada dedicada a los ancestros en la que terminas convencido que los reyes del antiguo Perú vinieron para hablar con los huaqueros, abajo, porque de Pacatanamú solamente miras para abajo en cualquier momento, pero también es cierto que tienes que mirar para el frente y allí esta está el precioso valle del río Jequetepeque y el océano también, más a la derecha, al fondo.

Es curioso que arriba esté todo seco, pero cuando termina el barranco, todo está lleno de vida. Los cultivos se muestran como una alfombra verde, bañarse en ese mar precioso y el sol de Jequetepeque es ya otra extraordinaria experiencia y de otra historia. 

Pero es la Luna realmente maravillosa en Wiñayhuana, la pequeña construcción inca que es hermana de Machu Picchu, en el Cusco. Un camino de piedra y lleno de vegetación de siete kilómetros las separa. Una tradición señala que era la residencia de la Coya o reina inca en la que esperaba al inca, para la noche de nupcias, ambos constituían la pareja real del Tawantinsuyo o antiguo Perú.

Puede ser que en ninguna otra parte del mundo la Luna adquiera los contornos que adquiere en Wiñayhuayna, si te toca verla un día al lado del sol desde las cuatro de la tarde y si puedes seguir el espectáculo de como se va entronizando en el cielo estrellado, es para no olvidarlo nunca.

Todas las lunas son la misma luna, pero cada lugar tiene su propio encanto, manejar de Nazca a Paracas, sin salirte de la carretera, se te convierte en tu compañera de ruta, cuando se pone a tu izquierda y cuando es ya al frente tuyo, entonces pareciera que la sigues, sin ser su seguidor.

Sin embargo, a una Luna en particular la iba a visitar, es la de Pampas Galeras, es sencilla, es simple, no es esplendorosa, es la Luna de la tierra que salvó a la vicuña de la extinción, por el exclusivo esfuerzo de su comunidad campesina y esta luz de Luna llena te muestra la majestuosidad del macho vicuña, señor de su manada, en la soledad de su noche, de la árida planicie, que espera el amanecer para recoger a su rebaño.

En nuestro país la Luna de Cajamarca es extraordinaria cuando se posa en su campo, la Luna aunque esté en cuarto menguante te acompaña en el bosque de piedras de Huayllay, en Cerro de Pasco, y vale la pena verla en La Oroya, Huancayo y despedirla en Concepción en el amanecer en que te confunde, te hace creer que es el sol. Gran Luna la de la playa de Chincha allí sí puedes creer que el Gran Señor de Chincha, amigo del Inca, puede aparecer con su séquito en cualquier momento. Al igual que en el Castillo de Virú.
En el Perú, la Luna es increíble cuando se refleja en el río Apurímac, cuando se posa en la plaza de armas de San Jerónimo de Andahuaylas y cuando asciende de Lucma a Choquequirao. De abajo para arriba no la ves pero sabes que está brillando, en donde residieron los incas de la resistencia a la conquista española, llamados de Vilcabamba con su último emperador: Sayri Túpac.

Pero también los espíritus quieren mirarte cuando en noche de Luna llena puedes ver en la playa el brillo lunar en el Océano Pacífico. 

Los huaqueros, norteños, descendientes de los Chimú y de los Mochicas, por lo menos los que conocí hace 38 años, creían que ese resplandor de Luna en el mar, era una manifestación de los ancestros, ya que, según ellos decían, el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, está separado por el océano. Y es allí en la luz de la Luna sobre el mar, en que los ancestros vienen a verte.

lunes, 11 de junio de 2012

LA LUNA II

En Moche la luna se presenta tranquila, dueña de todo. La campiña, sólo se muestra para recibir el resplandor de una luz que te ilumina, sin fuerza pero que te hace creer que te envuelve con ganas.
En Moche están las Huacas del Sol y de la Luna, separadas por una inmensa planicie seca, polvo de tierra que cubre otras edificaciones del antiguo Perú. El Sol es enorme, antes fue mucho más grande, pero los saqueadores de tumbas prehispánicas del pasado no respetaron el templo.
La luna está arriba, majestuosa, pero los huaqueros creen que los ancestros están lejanos, entre ellos cuchichean, no están seguros de lo que perciben, no quieren entrar a Moche, tampoco desean caminar en la planicie seca.
En esa época se realizaban en Moche, trabajos arqueológicos a cargo de investigadores norteamericanos, los habíamos encontrado varias veces en Trujillo, era un grupo de profesores universitarios, pero tratamos a dos, uno caminaba con sus alumnos y el otro con su esposa y su hija, ellos tres agradables e inteligentes.
En conjunto, los gringos se hicieron nuestros amigos, no tenían que usar el castellano para nada, íbamos a la playa los fines de semana, el problema era con las chicas, porque existían las aproximaciones naturales, o por lo menos crearon ilusiones, acababa la temporada nuestra de visita a Trujillo y cuando regresábamos ya no estaban.
Los momentos de otro tiempo, no tienen que ser muy distantes, para que rostros, nombres y situaciones de vida, desaparezcan de los recuerdos, quedan momentos muy agradables, preciosos, a la mitad de este camino de vida, entre esa época y ahora, estaba conversando con mi amigo de mi mismo nombre y de princpio no recordaba nada, tantas veces había estado en Trujillo.
La luna en Moche, carece de mayor significación, ya no existen adoradores, cíclicamente está allí, queda en la imaginación tratar de sentir los sueños de los ancestros, sus deseos, sus creencias de recibir su luz y eso era lo que me movía a tener conciencia de su presencia, ahora cualquiera me podía tener por tonto, pero era la época en era natural tratar de entrar en comunión con con los astros y la naturaleza. Solamente necesitaba de mi mente y de que esta trabajara, otros requerían de brebajes o de fumar marihuana y tomar licor, no era mi caso, no me gustaba sentarme en el suelo rodeado de gente, tratando de meditar. Prefería otorgar mi esfuerzo a correr y correr sin cansancio, con la plena conciencia de que en cualquier momento, podía levantar la cara y los ancestros, me miraban complacidos.
En esta conversación, que es la base del recuerdo de la luna en Moche, mi amigo me dijo que recordaba que alguna vez se fue siguiendo a una gringa de ojos preciosos a la universidad en la que estudiaba y allí acabó todo, no era la flaca alta de pelo marrón, tampoco la chatita de pelo rubio, Y cuando le mostré, una lista de nombres de estudiantes norteamericanos con los nombres de sus tesis sobre los mochicas, explicándole que más de un par de esos trabajos los estaba estudiando y que incluso había hecho una exposición en clase, me dijo no lo atormentara, que algo recordaba de la continuación de los mochica con los chimú como una única dinastía real, y que no le gustaba para nada que a nadie le pasaba lo que a mi pasaba y no quería que por extensión le sucediera a él.
Repetía como si estuviera aburrido, como si fuera una maldición que le alcanzaba. En su insistencia, remarcaba, que después de un montón de años, la gente ya no nos dice nada, ya ni sabe quienes somos, y que probablemente si se enteraran de que estaba hablando de ellos, me dirían que mi nombre, ni mi rostro les dice nada. No existe razón decía él para que estuviera recogiendo testimonio de quienes los conocieron. Sostuvo que debía bastarme que era verdad, que él recordaba, lo que a él le daba la gana, no teniendo recuerdos afectivos por nadie.
Estaba posiblemente en lo absolutamente cierto, mucho más ahora, tanto tiempo después, que en el momento propio de nuestra conversación, a la que tal vez es también aplicable, sus conceptos. Insistía que primero saludan, les contestas y para demostrar que no les interesas te dirán que: "tú cara les es conocida, pero que no te recuerdan bien y te harán creer que no saben quien eres, preguntarán por tu nombre, responderán que no les dice nada, haciéndote sentir que ni les importa. No quería saber nada de Trujillo, y mucho menos de Moche y de su luna.
Continuará...

LA LUNA III



La soledad de la puna, resulta ya un emblema de generaciones muy antiguas, que se fueron sin dejar rastro y sus frases ya muy escasas, sobreviven sin sentido, con casi ninguna significación. Mayormente hace mucho que nadie piensa en ello, pero antes, podías ir a pie y caminabas, por donde, desde hace milenios se anda con naturalidad. El caminante, usaba cuando podía el trotar del caballo, a lomo de bestia, decían. Parajes interminables en los que no existía nada de nada, que locura, se podía pensar. Y un punto se convertía en una cabaña paupérrima, refugio para viajeros, puesta a propósito para llegar algo antes que caiga la noche, convertida en segundos, minutos, horas de inclemencia absoluta. No hace frío, hay hielo., Los guían pretenden dormir afuera, a la intemperie, no es posible eso, aceptan a regañadientes, uno se quedará para cuidar los caballos.

El nuevo día no trae sabor alguno, solo proseguir por una misma ruta inacabable, carente de colorido. Hasta que tres chocitas se convierten en un nuevo paradero y es posible que allí está el quenista con su llama, de la vieja foto del gran Chambi que sirvió de modelo de las antiguas estampillas, azules y verdes. Esperamos verlo, creíamos que ese era su escenario de vida, porque comprendimos que estábamos vivos, cuando de una olla de barro sacaban papas sancochadas, que devoramos sin cansancio. Los caballos se quedaron y a seguir a pie, sin esperanzas de un destino mejor, volver por el mismo camino, jamás.

En este último caminar, por la soledad de la puna, solamente traía dos recuerdos, que no era posible volver a comer papas sancochadas en agua de yerbas de monte y volver a esa cabaña de pesadilla. De pronto vimos que ese páramo, terminaba en la nada, un espejismo de aire. Y el rumor era que llegamos, la lógica señalaba que ibamos a bajar por un precipicio. La tarde caía, había que apurarse. No existían fuerzas para seguir caminando...a lo desconocido, llegó el momento en que puedes mirar de arriba para abajo, todo se veía verde, con mucho marrón y bastante amarillo. Nada de extraño eran las voces que anunciaban un pueblo, a un lado. Bajar no era fácil, demasiado largo, serpenteando la montaña, te invitaba a correr, tenías que frenar porque en más de un tramo tu cuerpo con las justas pasaba por el camino y a unos centímetros estaba el precipicio.

Cada segundo el aire mejoraba y el sol te caía a la cara renovándote de vida, a broncearte como si se estuviera en la playa. Y en tierra firme todos los colores del mundo brillaban a los ojos. Y era día de fiesta, día de la Virgen del pueblo, su patrona, que estaba de procesión. Era increíble, tanta peripecia para entrar a la comunidad, cuando por otro camino se podía haber llegado en camioneta. Es verdad que el pueblo estaba frente a nosotros, no es cierto que nos estuviera esperando con su imagen, como podía parecer, porque recibimos todas las atenciones, y en los reclamos por los inútiles sufrimientos previos, una voz me dijo al oído: "no ves que nos están mirando". Y pregunté: ¿Quién nos está mirando? Miré al cielo estrellado y pensé en los dioses del antiguo Perú. Y estaba allí su luna esplendorosa iluminándonos…

Continuará…